Es curioso.
Cuánto más dura y difícil es una prueba, más
ganas tengo de repetirla o de ir a por la siguiente.
A lo largo de más de media vida corriendo me he dado cuenta
de que en mí, el dolor y el sufrimiento es directamente proporcional a las
ganas de repetir la experiencia.
Con más de una veintena de maratones en mis piernas y algunos de ellos de montaña nunca me había enfrentado a una prueba de este calibre. Me refiero a una Ultra, o lo que es lo mismo, a una distancia que supera los 80 kilómetros. El Gran Trail de Peñalara suponía pues, un gran reto para mí.
Suponía un reto porque al margen de alcanzar la meta lo que realmente me apetecía era descubrir en mi cuerpo “cosas” que nunca antes
había experimentado. Además, me apetecía hacerlo solo con mi mochila, es decir, tan solo mi mochila y yo….
Y así, empecé por experimentar con distintos tipos de alimento
para observar cómo se iba comportando mi organismo los días previos.
Sabía de la importancia de la hidratación y
alimentación en este tipo de pruebas y más en la sierra de Madrid en las
fechas en las que se desarrolla el GTP. En un maratón no acostumbro a tomar alimentos
en carrera, (salvo líquidos en forma de sales o simplemente agua) y esto me angustiaba. Después de revisar
la literatura científica sobre alimentación y ayudas ergogénicas en carreras de ultra-distancia y de realizar algunas “tiradillas” de más de 60 kilómetros con mi
“hermano” Miguel, pude experimentar como los geles se me quedaban
cortos de “gasolina” y que las barritas tardaban mucho en soltar energía. Pero la
fruta, el membrillo, los frutos secos y los pequeños sandwiches de jamón y nutella
me iban a las mil maravillas. Si optaba por cargar mi mochila con ello
supondría llevar demasiado peso, pero
como el objetivo era llegar a meta con suficiente energía como para hacerlo corriendo
y no en camilla, decididamente opté por este “plus”.
Reconozco que iba asustadillo.
El comienzo de la semana de la prueba pude sentir el
“gusano” rondar por mi cuerpo a todas horas. Llevaba tiempo sin sentirlo de
este modo, quizá desde mis primeras maratones a finales de los noventa.
Es bueno volver a sentir y a revivir estas sensaciones. Lo
sensacional es que las sensaciones vividas en aquellas primeras pruebas quedan
grabadas en la mente para la historia. Solo hemos de ponernos en una situación
parecida para que vuelvan a aflorar. La mente no olvida, ¡es algo maravilloso!
Adoro y amo a la vez estas sensaciones.
Siempre he pensado que todo el mundo debería poder
experimentarlas alguna vez en su vida. Te sientes lleno, grande, único,
imponente,….pero vacío a la vez, ¡esto siempre tiene un final! Después de tanto
sufrimiento, de maldecir y de desear tanto cerrar la carrera de una maldita
vez, todo llega a su término. Finaliza una batalla con la montaña, una batalla
única. Cada carrera tiene su propia historia, es irrepetible e inaudita a la
vez. Una carrera acabada nunca será igual a la siguiente, es lo triste y lo
bonito a la vez.
Por eso hay que disfrutar cada prueba como si fuera la última vez que la fueses a correr porque en el fondo será así. Por eso, el Gran Trail Peñalara ya nunca será vivido por mí igual como lo he vivido en esta edición.
Por eso hay que disfrutar cada prueba como si fuera la última vez que la fueses a correr porque en el fondo será así. Por eso, el Gran Trail Peñalara ya nunca será vivido por mí igual como lo he vivido en esta edición.
Las emociones y sensaciones vividas en veinte horas de
tiempo me las guardo para mí.
No es que sean secretas, es que son mías. Tan solo reconozco que hubo de todo: momentos de euforia, de energía desbordante, de alegría, de tristeza, de llanto, de lamentos, de gritos, de soledad, de admiración, de plenitud, de satisfacción,……de dolor.
No es que sean secretas, es que son mías. Tan solo reconozco que hubo de todo: momentos de euforia, de energía desbordante, de alegría, de tristeza, de llanto, de lamentos, de gritos, de soledad, de admiración, de plenitud, de satisfacción,……de dolor.
La experiencia ha sido espléndida. No podré olvidarla jamás como nunca olvidaré la primera vez que crucé llorando de alegría la línea de meta en mi primer maratón.
Nunca olvidaré a Javier Gándara, a su Susi (mi querida “Chufita”) a Enrique, a Paco, a mi “hermano” Antonio que subió a esperarme casi hasta el Puerto de Navacerrada y sufrió junto a mí el descenso de la Barranca, y a Marisa, mi Marisina,….. la gran enredadora de todo este tinglado de bienestar emocional que pude experimentar tanto a la hora de la salida como en mi llegada pero también la gran sufridora de mis locuras. Ellos vivieron conmigo un sueño, lo disfrutaron junto a mí y me hicieron sentir grande, muy grande. Ellos también han quedado grabados en mi corazón desde el día que decidí afrontar el reto del Gran Trail Peñalara.
Posiblemente una de las mejores crónicas que he leído en mucho tiempo.
ResponderEliminarA seguir corriendo y disfrutando.
Saludos.
Que se puede decir....? leyendote siento una gran admiracion por ti y por tu logro, un gran sueño, ENHORABUENA MAESTRO
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